Oh las veces que París/ o cualquier
ciudad del
mundo/ fue tu
cuello./
¿Qué querés que haga?/ está en mi naturaleza/ de
vampiro/ vos
nunca
dejes de
morderme.


E. Rodrígez



PARA LEER EN FORMA INTERROGATIVA

Has visto,
verdaderamente has visto
la nieve, los astros, los pasos afelpados de la brisa...

Has tocado,
de verdad has tocado
el plato, el pan, la cara de esa mujer que tanto amás...

Has vivido
como un golpe en la frente,
el instante, el jadeo, la caída, la fuga...

Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos, tus manos, tu sexo, tu blando corazón,

había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.


Julio Cortázar

lunes, 19 de octubre de 2009

SORDIDEZ Y TERNURA

No se si se podría tratar de sordidez. De continuidades heredadas y el deseo de destrozarlas. No se cómo tratar estos temas que sobreviven al tiempo, y no sólo que perduran sobre su espalda (y la mía naturalmente); sino que también exigen palabras, sentidos de agujas de reloj (lógicamente), actividades sustentadas por materialidades para llenar este mundo.
Y te tomo desde la espalda, a vos que también tenes altas disidencias con el tiempo. Te abrazo los pies porque también necesitas creer en la libertad.
Lo que me huele mal aquí es que la sinceridad -escalón fiel que pusimos en el camino-, coarta a la libertad. ¿No te parece que todo intento de ser libres son los ahogos que sufrimos al nacer? ¿Las lágrimas que en ti se transvierten y por mí salen suicidas cuando hablamos esas noches metafísicas?
No duele el existencialismo, no duelen las palabras abstractas que parecen nunca poder ser análogas a la realidad; duele el presentimiento, el instinto, la baba por caer. Después viene el después; próximo está la caja, la jaula, la escalera si uno no se olvida e insiste en la necesidad del aire. En seguida, pero nunca en el mismo momento, viene la categoría. Tu enemiga. Mi mejor amiga.
La palabra me ha tomado y de ella no podré escapar.
El problema es que elegimos la escalera y es eso. No hay más. Es ese subir escalones hasta. Es como si lo dibujáramos. No hay un piso y un adónde llegar concretos. Sí simbólicos, sí imaginario, sí a todo, menos que sea tangible. Entonces es ahí donde me detengo… no quiero seguir trepando.
Y sin embargo a eso le llaman vivir.
Y sin embargo a vos te puedo tocar. Puedo agarrarte contra mí cada vez que te veo. Y aunque después hablemos; no quiero perderte el gesto, no quiero descuidarte por que tal vez una escalera entre dos de alguna manera, al menos dibujando, pueda convertirse en un puente.



E.B.

1 comentario:

  1. ojalá mi silencio, se hiciera palabra y ojalá no! pero acá es necesaria la palabra, para expresar mi comentario!
    Te leo y pienso ¿son tristes certezas? ¿son certezas que luego vas a destruir en otro escrito? eso me angustia y me conmueve.
    No quiero leer más y quiero seguir leyendo!

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