No sé si
fuiste más que risas frescas con tonada a chacarera.
No sé aún
por qué tu boca sabía a anís, pero fue exquisito.
No sé por qué
perduraste durante un verano en que las distancias fueron infinitas.
No sé por
qué.
Te fuiste en
otoño. Ahora que lo pienso elegiste la estación perfecta, el desprenderse de la
ramita, la hoja seca y amarilla, maravilla de retrato.
Me hacía
falta jugar a querer de nuevo. Me hacían falta tus cariños.
Una noche de
charlas cruzadas, como piernas que se aprietan al encontrarse entre las
sábanas. Risas, tantas risas.
Una noche en
que no pude dormir, por suerte no lo hice, tengo en mis recuerdos tus
respiraciones, tu cuerpo vivo, tus sueños de espantapájaros de miedos.
Me miraste
fijo a los ojos y yo huí. Es lo único que sé hacer mujer, no sé qué pretendiste
ahí, yo creo que a veces anticipar me ayuda, huí porque pensé que íbamos a
tener tiempo para permanecer…
Después yo
quise volver y ya no estabas.
Te robé un
lunar, si quieres te lo devuelvo…
Solo sé que
las terrazas nos llaman y las tormentas nos abrazan.
Ahí nos
conocimos, de madrugada siendo pájaros, y te robé un beso; ahí nos
despedimos, de mañana, con mates y deberes.
Guardarnos con
risas frescas de verano.
Así estás. Eso
sí, la llave del cajoncito la dejé volar.
Alguien me
dijo: “En cada encuentro uno debe saber irse sin llevarse nada.”
De deseo
somos.
E.B.