Me dan vértigo mis instintos, desconfío con tanta confianza de lo mental. Apoyo mis pies y bordeo cada centímetro, a veces temo que tanto concreto hunda para siempre esta humanidad sin razón de ser.
Veo el cuadrado que emana sangre, la letra que quema papeles, la tinta que escribe mentiras… y esos ojos que siempre, aunque temo se equivoquen, permanecen junto a mi tristeza.
Maratones de personas que visten presiones… y un viejo saxofón en cada tacho de basura que tropiezo.
Me ensordezco con lo que no se detiene jamás, analizo las hormigas y su globalización paradójicamente solidaria, aún siento orgullo de este insomnio sin luna, y por suerte sin espejos.
Me emociono con un tango del Polaco, esos que bajo un aroma a alcohol nos dejó pensando que estarían en buenas manos. Simple naturaleza del error humano, pensar que el mundo progresista nos lleva por buen camino…
Y sigo temblando de miedo por esos ojos, que se sientan al borde de mi cama cada noche.
Aún sigo bailando.
Aún duermo pensando si volverás.
Aún creo que “creer” es un gran engaño moral.
Y ahora despierto, mi pecho carga una sensación extraña.
Hay un reloj, señala algo…
(una nueva espera se forma…)
Mis pies se calzan, bordean el cemento.
Lavo mi cara de los miedos nocturnos, vuelvo hacia el reloj y desespero. Intento desarmarlo, pero hay un tic-tac que proviene de mi interior…
y tengo miedo
y es otra vez de noche
y otra vez están esos ojos…
E.B.