Y salí de
ahí como siempre.
Sin
saberlo, sin medirlo.
Latiéndolo.
Me acosté
escribiéndote,
tal como lo
habías pedido.
Me levanté
sin recordarte,
(lo único
distinto entre aquellos años y todos estos olvidos.)
Reloj
clavado en las risas, los humos, los gustos.
Tu mano
congelada en las ganas.
Mis pies
huidizos de cubrirse en tus piernas.
Abrazando
los cuerpos,
suspirando
vinos
sin barreras.
Auténticas.
Acariciarme
de nuevo el pelo…
suspirarme
cómo es que lo haces tan bien…
Territorio
inviolable.
Es que sólo
tú.
Sólo yo.
Sólo
nosotras.
Somos
dueñas
de
tanta
intimidad.
E.B.