Y te tomo desde la espalda, a vos que también tenes altas disidencias con el tiempo. Te abrazo los pies porque también necesitas creer en la libertad.
Lo que me huele mal aquí es que la sinceridad -escalón fiel que pusimos en el camino-, coarta a la libertad. ¿No te parece que todo intento de ser libres son los ahogos que sufrimos al nacer? ¿Las lágrimas que en ti se transvierten y por mí salen suicidas cuando hablamos esas noches metafísicas?
No duele el existencialismo, no duelen las palabras abstractas que parecen nunca poder ser análogas a la realidad; duele el presentimiento, el instinto, la baba por caer. Después viene el después; próximo está la caja, la jaula, la escalera si uno no se olvida e insiste en la necesidad del aire. En seguida, pero nunca en el mismo momento, viene la categoría. Tu enemiga. Mi mejor amiga.
La palabra me ha tomado y de ella no podré escapar.
El problema es que elegimos la escalera y es eso. No hay más. Es ese subir escalones hasta. Es como si lo dibujáramos. No hay un piso y un adónde llegar concretos. Sí simbólicos, sí imaginario, sí a todo, menos que sea tangible. Entonces es ahí donde me detengo… no quiero seguir trepando.
Y sin embargo a eso le llaman vivir.
Y sin embargo a vos te puedo tocar. Puedo agarrarte contra mí cada vez que te veo. Y aunque después hablemos; no quiero perderte el gesto, no quiero descuidarte por que tal vez una escalera entre dos de alguna manera, al menos dibujando, pueda convertirse en un puente.
E.B.
ojalá mi silencio, se hiciera palabra y ojalá no! pero acá es necesaria la palabra, para expresar mi comentario!
ResponderEliminarTe leo y pienso ¿son tristes certezas? ¿son certezas que luego vas a destruir en otro escrito? eso me angustia y me conmueve.
No quiero leer más y quiero seguir leyendo!