y luego escupes.
Tengo que lavarme la cara y volver a mirarte.
Vienes como un viento que se levanta en una tarde de calor insoportable. De repente reflejas, refrescas, cada hueco entre mi ropa y mi piel. No entras adentro mío, me limpias desde afuera.
Esa manía que cargas…
preguntas como un niño desahuciado, perdido en un mercado buscando a su madre. Yo no puedo recogerte, no soy tu madre.
Preguntás, preguntás. ¿Porqué yo nunca pregunto?
Este miedo que tengo. ¿Servirá para algo? Debe ser por eso que no pregunto.
No veo utilidad dentro de mi cuidado, no veo. No veo nada.
Extraña conspiración, exótica en la zona. Me gusta, no puedo mentir.
¿Subestimo? Seguro.
Y luego escupo, te lavas la cara y preparas el café de las 9. Noticiero y puerta que da a la calle.
E.B.
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