Otra vez el espacio se vuelve delator de animales personales que olfatean desde el aire. Este respirar distinto, ese dormir “tan por el aire”... estos pies que ya no dejan huellas sino que pisan miles de otras, ajenas.
El cuerpo se metamorfosea de forma casi cómplice, este complot del que tanto me siento perseguida ya lo dilucidé: es mi sombra la que juega conmigo, esa noche pícara que se anuda en mi mente... se multiplica, se hace espesa. No para de jugar...
Y busco, busco ese equilibrio utópico, y creo violentamente que no existe y por pensar eso busco su contradicción, su opuesto, algo late del otro lado de las cosas... ahí husmeo yo, en las existencialidades de lo absurdo, en la cara de la perra calle: tan cotidiana e irreconocible todo el tiempo.
Y ya no me molesta este hecho privado en mí. Este volver a recaer en lo mismo, esta dialéctica de vómitos que elijo como despertador en mis días; ese hilo sinrazón que me mantiene sutil, atenta a esta vida pebeta, a este tiempo tan verde y viejo.
Hay párpados... hay miradas. Hay cavilaciones de segundos que conforman un destino encuadrado y perfecto para olvidar, colgarlo en la pieza y admirarlo como adorno. No me interesa lo lejano del futuro sino su inmediatez incorregible, nadie quiere aceptar que el mañana es hoy y el presente un pasado tan ajeno como universal.
El ambiente hoy me hizo delatar muchas palabras juntas, que buscaron ilusas y sumisas vestirse de lógica, contener en ellas mismas una suerte de coherencia y literatura burda.
El ambiente, el aire
los párpados y.
E.B.
Muchas veces me encontré peleando con migo y con el tiempo. Con ambos, con los momentos, los sueños... todo hecho un enjambre indescifrable. Y justo ayer me dije algo tan simple (e incógnito) como poner reversa, frenar, tomar aire, mirar al cielo, oir, sublimar, en esta vida que te empuja siempre hacia adelante... Besotes
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