-Era lila…-
Lo dijiste con una tristeza tal…
Se que no volveré a verte, lila. Para mí tu color es el celeste, o tal vez, el turquesa.
Estabas tan triste. Por mí, por vos, por ella, por nada. Vaya a saber, no quiero saber en realidad. Sólo quería abrazarte un tiempo más bajo la luna. Por circunstancias técnicas y de acompañamiento no se pudo. Sin embargo las ganas, tus ojos tristes, tus manos cerradas, mi mirada ida.
Y aquí estás de nuevo, en la sombra de la lapicera, doblada sobre mis pies. Musa de las más difíciles de seducir.
Todo se transforma. Qué distante fueron las miradas. Y obviamente no dejemos de lado la posibilidad de absurdas.
Dijiste lila, sin embargo yo creo que era verde. Esa cintita que colocaste alrededor de tu cuello, que danzaba feliz en el aire de septiembre.
¿Porqué trajiste ese recuerdo al aire vivo? Me cortaste un mechón de pelo nuevo…
Pajarillo, muero por tus verdaderas alas. Te las robaré una de estas noches. Lo haré y trataré de volar lejos, algo que nunca me animé a hacer; como tampoco puedo aprender a acercarme sin espantarte o herirme.
Pajarillo de arena, te me resbalaste entre mis manos. Así te vi huir, caer. Así te bese los párpados… que estaban cerrados. Siempre cerrados.
Yo creo que era verde… y vos brillabas de turquesa. Aunque la última vez te haya visto como el mar,
azul oscuro: como te gustan a ti las noches.
E.B.
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