Nos despedíamos siempre
en la estación aquella.
equivocada como toda estación los trenes partían siempre antes,
y la gente y las parejas ilusionaban y creían que no debían partir, que las vías les hablaban.
Elegíamos esa estación porque era la de tu casa, porque me llevabas en bici, porque era divertido. No nos caíamos porque todo era equivocado. Por lo tanto yo disfrutaba que me lleves, pensando que algún día próximo volvería a sacar un boleto para ir a visitarte.
Cuando llegábamos a la estación todo era silencioso, sabíamos lo de los trenes por eso íbamos temprano. De alguna forma entendimos que nos tocaba de ese modo. No nos hablábamos, nos tomábamos de la mano y esperábamos el silbido.
La locomotora marchaba y atravesaba toda la ciudad, desde arriba, desde abajo, de costado. Me encantaba tener que viajar en tren para llegar a vos y muchas veces también para alejarme de vos.
En mi país no hay trenes, por lo tanto el encanto lo encontramos en otro lado aquella última vez. Siempre buscábamos la magia de otra despedida.
Debe de haber sido la falta de rieles, no se me ocurre otra cosa -a excepción de lo que verdaderamente fue-.
Quedamos abiertas al aire, al fuego y las noches de luna creciente.
Quedamos flotando en el mar redondo, con un último tango que acompaña las puertas de los trenes y tu recuerdo...
"Decí por dios qué me has dao"
E.B.
...que estoy tan cambiao...
ResponderEliminarla transformacion nos atraviesa como el tiempo y los espacios... pero las huellas de esos rieles alimentan y conectan infinitos indescriptibles...
seran errores, aciertos, o momentos...? me respondo sin dudarlo que es la mezcla del monton... te agradezo tanto hermosa... confio siempre en vos.
"Cosas que tenemos bien guardadas
ResponderEliminararchivadas, atesoradas.
Mito memorizado al detalle
entre pestañas.
Sabremos digerir nuestra suerte
o adulcerarla.
Ni gracia me hace saber
que en tu lista estoy
debajo del álbum blanco.
Debajo del álbum blanco.
Debajo del álbum blanco."