No me atrevo a salir, me duelen las caderas, duele el giro, el cambio de dirección. El camino se hace sentir.
Hacer dos pasos, salir de esta casa. Entender que se debe ir al supermercado. Que se debe seguir y dar vuelta a la esquina sin temor.
No temblar más si las circunstancias de desdoblaron otra vez.
Era de esperar que el espiral mareara. De igual modo el vestigio del futuro siempre tiñe de vértigo el siguiente paso del trapecista.
El sentido de las ropas, las comidas y los sueños debe anclar en espacio y tiempo de forma urgente. Ya no estoy más en el mar…
Llegué al puerto y aunque no quiera ver la ciudad, millones de luces esperan alumbrar nuevas sombras.
Me fui y desperté.
Ya no estoy en el mar.
E.B.
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