El sortilegio a 30 años del golpe
“… esto es una derrota
hay que decirlo
vamos a no mentirnos nunca más
a no inventar triunfos de cartón
si quiero rescatarme
si quiero iluminar esta tristeza
si quiero no doblarme de rencor
ni pudrirme de resentimiento
tengo que excavar hondo
hasta mis huesos
tengo que excavar hondo en el pasado
y hallar por fin la verdad maltrecha…
con tan buen aguacero
la férrea dictadura
acabará oxidándose…”
Mario Benedetti “Otra noción de patria”.
Hablo de la complacencia de palabra, de cuerpo, de mente.
Hablo de esos ojos que miraron y sangraron, que escaparon y se perdieron en un exilio equivocado, donde los que debían recordarlos apagaron las últimas velas y escupieron la culpa a sus espaldas.
Los que buscaron desarmarse, tal vez caminar con las manos, tal vez sentir con los pelos, solo salirse de ahí…
Me entrometo con la señora PALABRA y la desvalijo de etiquetas, la manoseo, no me dejo ser producto ni sortilegio de ocasión, no me lleno de conceptos abstractos y marcho en calles gastadas de pasos concretos, fieles, palpables por cualquier caricia.
Hablo de admirar la creación de la mente, no la liturgia de la llamada memoria, el poder de una línea, no de la imagen.
La bomba atómica de nuestros tiempos es esa maldita mirada superior, el pie aplastante del gigante, la palabra miserable del que cuelga su bandera-cuerpo para representarse a él mismo.
Hablo del accionar, del correrse, de acabar con los paradigmas y hundirse en los enigmas.
Dejar de etiquetar marchas y pedidos, hablo de la verdadera unión, se gesta un discurso solo para no malinterpretar.
Hablo de REVOLUCIÓN, pero no tiemblen, el pasado nos construye pero no nos sostiene. Creemos conceptos nuevos, destruyamos la burocracia del sentimiento, barramos con el oportunismo, arrojemos la cotidianeidad de mirar siempre desde la misma esquina, olvidémonos que la masa como producto de un sistema para vender no va a llegar a lo absoluto, porque no existe.
Hablo de realmente despertar, no como lo hicieron los medios, cómo se llenaron de palabras políticos y periodistas que se sacaron un peso de encima inventando una memoria oxidada en olvidos y retazos de conciencia.
Hablo de entender que el cambio lo va a hacer cada individuo desde su propia subjetividad y de que no sirve marchar 30 cuadras por una memoria y un perdón escondido en pancartas de un arte ilusionista, en donde nadie ve la cara del otro, sino una representación absurda de una unidad basada en política gastada.
Hablo de que la gente sea más importante que las paredes constitucionales, más que la confortabilidad. Que lo material sea solo instrumento y no que seamos instrumentos de lo que creamos.
Hablo de la no complacencia y de ser humanos.
“… esto es una derrota
hay que decirlo
vamos a no mentirnos nunca más
a no inventar triunfos de cartón
si quiero rescatarme
si quiero iluminar esta tristeza
si quiero no doblarme de rencor
ni pudrirme de resentimiento
tengo que excavar hondo
hasta mis huesos
tengo que excavar hondo en el pasado
y hallar por fin la verdad maltrecha…
con tan buen aguacero
la férrea dictadura
acabará oxidándose…”
Mario Benedetti “Otra noción de patria”.
Hablo de la complacencia de palabra, de cuerpo, de mente.
Hablo de esos ojos que miraron y sangraron, que escaparon y se perdieron en un exilio equivocado, donde los que debían recordarlos apagaron las últimas velas y escupieron la culpa a sus espaldas.
Los que buscaron desarmarse, tal vez caminar con las manos, tal vez sentir con los pelos, solo salirse de ahí…
Me entrometo con la señora PALABRA y la desvalijo de etiquetas, la manoseo, no me dejo ser producto ni sortilegio de ocasión, no me lleno de conceptos abstractos y marcho en calles gastadas de pasos concretos, fieles, palpables por cualquier caricia.
Hablo de admirar la creación de la mente, no la liturgia de la llamada memoria, el poder de una línea, no de la imagen.
La bomba atómica de nuestros tiempos es esa maldita mirada superior, el pie aplastante del gigante, la palabra miserable del que cuelga su bandera-cuerpo para representarse a él mismo.
Hablo del accionar, del correrse, de acabar con los paradigmas y hundirse en los enigmas.
Dejar de etiquetar marchas y pedidos, hablo de la verdadera unión, se gesta un discurso solo para no malinterpretar.
Hablo de REVOLUCIÓN, pero no tiemblen, el pasado nos construye pero no nos sostiene. Creemos conceptos nuevos, destruyamos la burocracia del sentimiento, barramos con el oportunismo, arrojemos la cotidianeidad de mirar siempre desde la misma esquina, olvidémonos que la masa como producto de un sistema para vender no va a llegar a lo absoluto, porque no existe.
Hablo de realmente despertar, no como lo hicieron los medios, cómo se llenaron de palabras políticos y periodistas que se sacaron un peso de encima inventando una memoria oxidada en olvidos y retazos de conciencia.
Hablo de entender que el cambio lo va a hacer cada individuo desde su propia subjetividad y de que no sirve marchar 30 cuadras por una memoria y un perdón escondido en pancartas de un arte ilusionista, en donde nadie ve la cara del otro, sino una representación absurda de una unidad basada en política gastada.
Hablo de que la gente sea más importante que las paredes constitucionales, más que la confortabilidad. Que lo material sea solo instrumento y no que seamos instrumentos de lo que creamos.
Hablo de la no complacencia y de ser humanos.
E.B.
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