Oh las veces que París/ o cualquier
ciudad del
mundo/ fue tu
cuello./
¿Qué querés que haga?/ está en mi naturaleza/ de
vampiro/ vos
nunca
dejes de
morderme.


E. Rodrígez



PARA LEER EN FORMA INTERROGATIVA

Has visto,
verdaderamente has visto
la nieve, los astros, los pasos afelpados de la brisa...

Has tocado,
de verdad has tocado
el plato, el pan, la cara de esa mujer que tanto amás...

Has vivido
como un golpe en la frente,
el instante, el jadeo, la caída, la fuga...

Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos, tus manos, tu sexo, tu blando corazón,

había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.


Julio Cortázar

viernes, 23 de noviembre de 2012

La primera v e z


Mi cárcel es persistir en la primera vez, primer página, primer mirada.

La primera vez que leí Rayuela... Era una montaña rusa, unas ganas terribles de estar todo el tiempo encima del libro, masticándolo, deseándolo conocer más y más, pero mientras más llegaba su final empezaba a frenarme... lo inevitable: el final de las cosas-

La primera vez que te ví, que nos acercamos, que nos besamos. Pasar todo el día tiradas una arriba de la otra. Sentir la plenitud de los cuerpos y las almas y la mente y después, ver el sol caer por la misma ventana que lo vi llegar. Pensar.. empezar a pensar. Irse. ¿Volver?
Empezar a pensar. Los símbolos se te echan encima. Descocen sensaciones y las vuelven a coser todas juntas en significaciones. Esto se ata con aquella sonrisa cómplice. Ese beso de mariposas en la panza anda estorbando al miedo del amor. (Anulemoslo por ahora).
Empieza el tetris... Acá. Allá. En ningún lugar. En todos.
(O hacete cargo y salí corriendo por la puerta.)

Me fui.
A Rayuela la terminé una tarde de septiembre. Quedé llorando. ¿Qué podría venir mejor después de eso?

Mi problema son las constelaciones que insisto en alinearlas. Ya lo están... ya lo están.
Descontrolarse, parar. 
Vivir, oler, acariciar por segundo, por lengua, por letras.


E.B.

jueves, 22 de noviembre de 2012

SINCERICIDIO LITERARIO


Y entonces... el temblor de tu intrépida luz.
La memoria de los cuerpos es inquebrantable. Voraz. No duda.

¿Por qué el “más”? La sensación de crecer en pecho, en ansia, en amor.
La negación de sentirte.
La sensación al hacerlo.
Una plenitud negativizada en todo y nada. El ansia exacta de querer derribar uno a uno tus párpados, luna de pieles.
Demasiada barulla entre nuestras palabras... nuestros cuerpos quedan por debajo besándose entre distancias y cigarros mal apagados.

No se qué hacer con vos.



E.B.